¿Qué pasa cuando regañamos a nuestro perro? Que en un alto porcentaje de las veces castigamos comportamientos que no tenemos que castigar o que castigamos tan tarde que castigamos acciones que ya han pasado y el perro no asocia el castigo con el hecho sino con lo que está haciendo en ese momento y eso, para hablar claro, acaba perjudicando gravemente el vínculo que al final, aparte de no solucionar nada sino de agravarlo, puede desembocar en problemas de conductas indeseados.
Antes de castigar al perro por cualquier acción nos deberíamos de hacer la siguiente pregunta: ¿le he enseñado antes otra alternativa a lo que hace antes de castigarlo? Un ejemplo:
Si mi perro se come todos los días algo en la calle y cada vez que lo hace le abro la boca y empleo una manipulación totalmente negativa y aun así lo sigue haciendo, realmente ¿lo que hago funciona? La respuesta es NO y además de no funcionar lo que se consigue es agravar el problema y que el perro aprenda a ingerir más rápido lo que come de la calle o incluso aprovechar los momentos que está suelto para hacerlo fuera de tu alcance. ¿Cuál es la alternativa? enseñarle la señal de “suelta” en casa, en un ambiente sin distracciones, para que luego llevarlo a la práctica a la calle y así enseñar a mi perro a soltar las cosas que no quiero que coja por la calle con refuerzos positivos, tu sueltas yo te refuerzo positivamente, además de trabajar un nuevo comando, reforzamos vínculo aprendiendo cosas nuevas.
Otros de los castigos más comunes es castigar a nuestros perros por comunicarse y el más habitual es el gruñido. No nos gusta que nuestros perros gruñan y no nos damos cuenta que es una forma vital de comunicación con nuestros perros que no puede ser castigada por el simple hecho que no la entendamos. Los perros utilizan el gruñido para decirnos que algo no les gusta, les molesta o quieren evitar. Un ejemplo:
Si cada vez que cepillo a mi perro me gruñe y yo le castigo continuamente le estoy quitando la herramienta para decirme que no le gusta que le cepille, al entender que no puede gruñir y no tener más mecanismos de comunicación conmigo para hacerme entender que no le gusta lo que le estoy haciendo el siguiente paso que tiene para decirme que no quiere que siga cepillándole es morderme. Yo no he entendido lo que mi perro me quería decir y lo he castigado sistemáticamente haciendo que a mi perro no le quedará otra manera de comunicación que pegarme un mordisco.
Los gruñidos son una forma de comunicación que hay que entender y respetar. Si mi perro me gruñe al cepillarle tendré que buscar una alternativa para poder hacerlo con refuerzo positivo, intentaré dejar unas chuches en el suelo mientras le cepillo y así reforzaré la conducta del cepillado o con un juguete o lo haré por aproximaciones y no a las “bravas”. En definitiva buscaré diferentes alternativas.
Normalmente los castigos que empleamos con nuestros perros nos ayudan más aliviar nuestra frustración que arreglar cualquier conducta con ellos. Si tengo que daros algún consejo antes de terminar es que antes de castigar, piensa y, posiblemente, te darás cuenta que le estás castigando por una conducta que no le has enseñado. Entonces terminaré diciendo: NO LE CASTIGUES, ENSEÑALE.
Me gusta tu publicación, es fácil de leer y muy instructiva.
Enhorabuena
Muchísimas gracias por tu comentario. Un saludo!